El ciclo menstrual está vinculado a cambios estructurales en todo el cerebro

El ciclo menstrual está vinculado a cambios estructurales en todo el cerebro

Las hormonas que fluctúan a lo largo del ciclo menstrual podrían cambiar la estructura del cerebro, según sugiere un nuevo estudio.

El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB), revela cambios sutiles en la estructura cerebral de 30 mujeres a lo largo de sus ciclos menstruales. Estos cambios coincidían con las fluctuaciones de cuatro hormonas.

Y lo que es más importante, aún no sabemos si estos cambios cerebrales afectan a la cognición o al riesgo de enfermedades cerebrales, ni cómo lo hacen. Pero la investigación se suma a un número creciente de estudios que muestran los efectos que las hormonas asociadas al ciclo menstrual pueden tener en el cerebro. En términos más generales, refuerza el número de estudios centrados específicamente en las personas que menstrúan.

"La mayor parte de lo que sabemos sobre el cuerpo humano procede de estudios realizados principalmente en el cuerpo masculino", afirma Viktoriya Babenko, antigua estudiante de doctorado de la UCSB, actual especialista en investigación de BIOPAC Systems y coautora del estudio, que se publicó el 10 de octubre en la base de datos de preimpresiones bioRxiv y aún no ha sido revisado por pares. La otra primera autora es Elizabeth Rizor, actual doctoranda del programa de neurociencia dinámica de la UCSB.

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Los investigadores recopilaron datos de 30 mujeres que no tomaban anticonceptivos hormonales y tenían periodos mensuales regulares. Los investigadores tomaron imágenes del cerebro de las mujeres en tres momentos de sus ciclos menstruales: la menstruación, la ovulación y la fase lútea media, que precede a la menstruación y suele asociarse a los síntomas del síndrome premenstrual (SPM).

Los investigadores recogieron datos relacionados con el volumen cerebral y con dos tipos diferentes de tejido cerebral: la materia gris, que contiene los cuerpos principales de las células cerebrales; y la materia blanca, que conecta y permite la comunicación entre las células. Midieron el grosor cortical, es decir, el grosor de la capa arrugada externa del cerebro, que está formada por materia gris, y recogieron datos relacionados con la difusión del agua a través de la materia blanca del cerebro.

Este examen de la difusión del agua "nos permite comprender mejor cómo se estructuran las fibras de materia blanca", declaró a Live Science Erika Comasco, profesora asociada de psiquiatría molecular en la Universidad de Uppsala (Suecia) que no participó en el estudio.

Además de examinar la estructura del cerebro, el estudio analizó los cambios de cuatro hormonas a lo largo del ciclo menstrual: estradiol (un tipo de estrógeno), progesterona, hormona luteinizante (LH) y hormona foliculoestimulante (FSH). Los niveles de estrógeno y LH alcanzan su máximo durante la ovulación, mientras que los de progesterona lo hacen durante la fase lútea. La FSH, por el contrario, se mantiene más constante, pero también alcanza picos durante la ovulación, así como niveles relativamente altos al final de la fase lútea y durante la menstruación.

En todas las regiones cerebrales analizadas por el equipo, las concentraciones de estrógeno y LH estaban correlacionadas con la eficacia de la difusión del agua en la sustancia blanca. Esto refleja cambios en la "microestructura" de la sustancia blanca que, según algunos científicos, reflejan cambios en la conectividad, pero esto es algo discutido.

Mientras tanto, la concentración de FSH estaba correlacionada con el grosor cortical, de modo que, a medida que aumentaba y disminuía, también lo hacía la materia gris de la corteza. Curiosamente, en varias regiones cerebrales, la FSH y la progesterona parecían tener asociaciones opuestas con la difusión y el grosor cortical: los aumentos de FSH coincidían con una menor difusión del agua y un mayor grosor cortical, mientras que los aumentos de progesterona estaban relacionados con los patrones opuestos.

Aunque el volumen total del cerebro se mantuvo igual, los aumentos de progesterona se asociaron a aumentos del volumen del tejido cerebral pero a descensos del líquido cefalorraquídeo, el fluido que rodea al cerebro y lo protege y ayuda a eliminar desechos.

Este estudio no es el primero que examina los cambios en la estructura cerebral a lo largo del ciclo menstrual, pero sí destaca por el hecho de que analiza los tejidos de todo el cerebro. Otros estudios han utilizado diferentes medidas para registrar estos cambios; por ejemplo, un estudio reciente publicado en la revista Nature Mental Health utilizó resonancias magnéticas de alta resolución para identificar diferencias de volumen en varias regiones cerebrales a lo largo del ciclo menstrual.

Una de las limitaciones del estudio es que las exploraciones realizadas en distintos momentos del ciclo de cada participante pueden no haber estado perfectamente sincronizadas, sobre todo en lo que respecta a la ovulación y la fase lútea media. Para determinar estas fases, las participantes utilizaron un test de ovulación, que puede presentar alguna variación. La recogida de datos en más momentos del ciclo menstrual habría aportado más detalles al estudio. Otra limitación es que todos los participantes tenían menos de 30 años, por lo que las asociaciones halladas por los investigadores podrían ser diferentes en personas de más edad.

Aunque el estudio podría haber incluido a más personas, Rizor y Babenko afirmaron que el tamaño era típico o incluso superior a la media para un estudio de imagen de este tipo, sobre todo teniendo en cuenta que recogieron datos de cada persona en tres momentos distintos.

Los trabajos futuros podrían centrarse en cómo afectan estos cambios a la salud mental de una persona a lo largo del ciclo menstrual o al riesgo de padecer afecciones como la enfermedad de Alzheimer, más frecuente en las mujeres que en los hombres. Otras investigaciones podrían examinar cómo estos cambios podrían afectar al comportamiento, algo que el reciente estudio no investigó.

"Es básicamente un estudio anatómico", dijo la doctora Sarah Berga, profesora y catedrática de obstetricia y ginecología de la Universidad de Buffalo, que no participó en el estudio. "Pero ya se sabe, no podemos hacerlo todo en un solo estudio".

Rizor dijo que espera que la investigación ayude algún día a los profesionales de la medicina a incorporar mejor a la atención médica las amplias repercusiones del ciclo menstrual.

"El mundo de la medicina debería tomar nota de lo significativas que son estas fluctuaciones en nuestro día a día e incorporarlas más a la atención", declaró a Live Science.

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