¿Qué pruebas pueden diagnosticar un ictus?

Cada minuto cuenta cuando se trata de obtener el diagnóstico correcto de un ictus. Las pruebas de imagen específicas no sólo pueden diagnosticar un ictus, sino que también pueden determinar el tipo de ictus. Un diagnóstico preciso es esencial para garantizar que reciba el tratamiento adecuado.

El ictus se produce cuando se interrumpe el suministro de sangre a una zona del cerebro. Aunque síntomas como la debilidad en un lado del cuerpo o la dificultad para hablar pueden apuntar a un ictus, hay pruebas específicas que pueden determinar si se ha sufrido un ictus y en qué parte del cerebro se ha producido.

Saber qué tipo de ictus ha sufrido es fundamental para ayudar a orientar el tratamiento y determinar si es candidato a recibir medicamentos que le salven la vida.

En este artículo se analizará con más detalle el tipo de pruebas que pueden diagnosticar un ictus, así como el tipo de ictus y por qué es importante.

¿Cuáles son los tipos de ictus?

Hay dos tipos principales de accidentes cerebrovasculares.

  • Accidente cerebrovascular isquémico: Este tipo de ictus está causado por un coágulo de sangre en el cerebro o en un vaso sanguíneo que conduce a él. Cuando un coágulo interrumpe el flujo de sangre -y por tanto de oxígeno- al cerebro, se producen los síntomas del ictus. Esta es la forma más común de ictus, ya que representa alrededor del 80% de todos los ictus.
  • Ictus hemorrágico: Un ictus hemorrágico está causado por una hemorragia en el cerebro. Los accidentes cerebrovasculares hemorrágicos suelen ser el resultado del debilitamiento y eventual rotura de los vasos sanguíneos con el paso del tiempo. Representan aproximadamente el 20% de todos los accidentes cerebrovasculares.

¿Qué es un mini-ictus?

Un accidente isquémico transitorio (AIT ) es similar a un ictus, pero no se considera una forma importante de ictus. A veces llamado mini-ictus, un AIT es el resultado de una obstrucción o interrupción temporal del flujo sanguíneo a una parte del cerebro.

Estos mini-ictus se resuelven por sí solos, normalmente en 5 minutos, y los síntomas suelen desaparecer en 24 horas. No obstante, se consideran emergencias médicas y pueden ser una señal de advertencia de un ictus más grave en el futuro.

¿Qué pruebas se utilizan para diagnosticar un ictus?

Aunque la evaluación física de diversos signos y síntomas es un indicador rápido para comprobar la posibilidad de un ictus, hay pruebas específicas que podrán confirmar el diagnóstico de un ictus.

Estudios de imagen

El patrón de oro para diagnosticar un ictus son las pruebas de imagen como:

  • Tomografía computarizada (TC): Un TAC cerebral (también llamado TAC craneal) puede mostrar si hay daños o hemorragias en el cerebro.
  • Resonancia magnética (RM): Utilizada sola o como complemento de un TAC, la resonancia magnética puede detectar cambios en el tejido cerebral.
  • Angiografía cerebral: La angiografía cerebral utiliza un medio de contraste para crear una radiografía clara de los vasos sanguíneos del cerebro, lo que permite al médico ver dónde se encuentran las obstrucciones o anomalías.

Todas estas pruebas producen imágenes visuales de los vasos sanguíneos o tejidos del cerebro en los que pueden aparecer coágulos, hemorragias u otros problemas vasculares. Los estudios de imagen no sólo confirman la presencia de estos problemas, sino que también ayudan a identificar el tipo, la ubicación y el alcance exactos de su ictus.

Análisis de sangre y del corazón

Hay otras pruebas que pueden realizarse si su médico sospecha que está sufriendo un ictus.

Estas pruebas no indican necesariamente la presencia o la localización de un ictus. En cambio, pueden utilizarse para identificar un factor desencadenante del ictus, como un problema de coagulación de la sangre, o para detectar otras complicaciones, como coágulos de sangre en el corazón.

Algunas pruebas que pueden realizarse además de las pruebas de evaluación del ictus son:

  • Análisis de sangre: Algunos análisis de sangre miden la salud general de la sangre, la coagulación, los problemas de electrolitos y los daños en el músculo cardíaco.
  • Electrocardiograma (EKG/ECG): Un electrocardiograma -una prueba que mide la actividad eléctrica del corazón- puede ayudar a diagnosticar problemas cardíacos que pueden provocar un ictus.
  • Ecocardiograma: Un ecocardiograma utiliza los ultrasonidos para observar el movimiento del corazón. También puede detectar ciertas anomalías que podrían provocar un ictus.
  • Ecografía de la carótida: Esta prueba examina el flujo sanguíneo y la estructura de las arterias carótidas. La aterosclerosis puede hacer que los coágulos de estas arterias se rompan y fluyan hacia las arterias más pequeñas del cerebro.
  • Punción lumbar: La punción lumbar analiza el líquido cefalorraquídeo en busca de sustancias creadas a partir de células sanguíneas descompuestas. Sólo se utiliza en caso de ictus si no se encuentra ninguna otra causa de ictus y el paciente está completamente estabilizado.

También es posible que necesite pruebas continuas para controlar las condiciones que pueden haber contribuido al ictus, como la presión arterial y el control de la glucosa en sangre.

Escala de coma de Glasgow

Aunque la escala de coma de Glasgow no puede diagnosticar el ictus, es una de las evaluaciones físicas más rápidas. No se necesita ninguna máquina y asigna puntuaciones numéricas basadas en:

  • movimientos oculares y respuesta
  • respuestas verbales
  • respuestas motoras y movimiento

Una vez puntuada cada categoría, se suman los valores para obtener una puntuación total que oscila entre 3 y 15. Una puntuación más baja suele ser indicativa de una lesión o daño cerebral más grave.

Escala de ictus de los Institutos Nacionales de la Salud (NIHSS)

El NIHSS es otra evaluación que se utiliza para asignar números en función de los diferentes síntomas neurológicos del ictus. La puntuación final se utiliza para calibrar la presencia o la gravedad de un ictus hemorrágico o isquémico agudo.

En concreto, el NIHSS asigna una puntuación para cada una de las siguientes áreas:

  • nivel de conciencia
  • preguntas sobre la hora y el lugar
  • capacidad de seguir órdenes físicas
  • movimiento de los ojos y agudeza visual
  • movimiento o parálisis facial
  • movimiento de brazos y piernas
  • capacidad y claridad del habla
  • comprensión de la comunicación escrita o verbal
  • sensación al tacto

¿Cómo se trata un ictus isquémico?

En un ictus isquémico, el daño se produce en el momento en que se interrumpe el suministro de sangre y oxígeno al cerebro. La clave del tratamiento, por tanto, es restablecer el flujo sanguíneo al tejido cerebral afectado lo antes posible. Para ello, se pueden extirpar quirúrgicamente los coágulos o disolverlos con medicamentos anticoagulantes.

Los accidentes cerebrovasculares isquémicos son a veces tratables, pero a menudo la única opción disponible es estabilizar al paciente. El tiempo es un factor importante en el tratamiento de los accidentes cerebrovasculares isquémicos.

Algunos medicamentos anticoagulantes o antiagregantes plaquetarios, como la heparina o Plavix (clopidogrel), pueden administrarse en cualquier momento después de un ictus y pueden aportar algún beneficio.

Los anticoagulantes como Coumadin (warfarina) pueden incluso continuar mucho tiempo después del ictus para protegerlo de futuros ictus repetidos.

Sin embargo, todos los medicamentos anticoagulantes y diluyentes de la sangre pueden provocar hemorragias. Cualquier parte del cerebro que haya sido dañada por un accidente cerebrovascular reciente es especialmente vulnerable, por lo que estos medicamentos se utilizan con precaución.

Tratamiento con activador tisular del plasminógeno (tPA)

Sin embargo, la terapia más eficaz para un ictus isquémico es el tratamiento con activador tisular del plasminógeno (tPA). Este fármaco es una especie de súper anticoagulante que puede disolver rápida y eficazmente los coágulos que causan el ictus isquémico. Sin embargo, es posible que también provoque hemorragias en el cerebro. Si el tPA se administra para un ictus hemorrágico, puede provocar una mayor hemorragia y la posible muerte.

Por esta razón, el diagnóstico del tipo de ictus es esencial antes de que alguien pueda recibir tPA. También hay otros factores que podrían excluirle del tratamiento con tPA, como una cirugía reciente.

Lo más importante es que el tPA sólo funciona cuando se administra dentro de un plazo determinado: menos de 5 horas desde el inicio de los síntomas del ictus, para ser exactos. Después de que se aprobara por primera vez su uso en los accidentes cerebrovasculares isquémicos agudos a finales de la década de 1990, se descubrió que el tPA disminuía la discapacidad grave y permanente derivada del accidente cerebrovascular en aproximadamente un 30%.

Los estudios más recientes se hacen eco de estos resultados. La cirugía del ictus para la eliminación del coágulo es un procedimiento poco frecuente, que puede salvar la vida, y que suele implicar la administración de tPA.

¿Cómo se trata un ictus hemorrágico?

El tratamiento de un ictus hemorrágico se centra en:

  • detener la hemorragia
  • reducir la acumulación de presión dentro del cráneo
  • prevenir complicaciones como las convulsiones
  • medidas para controlar la presión arterial alta (hipertensión)

Para controlar la presión intracraneal pueden utilizarse medicamentos como soluciones salinas concentradas y manitol.

El alcance de los daños de un ictus hemorrágico dependerá de las partes del cerebro que se hayan visto afectadas, del tiempo que el tejido cerebral haya estado sin oxígeno y de la gravedad o amplitud de la hemorragia.

Por qué cada minuto cuenta en los accidentes cerebrovasculares

El tiempo es fundamental a la hora de diagnosticar y tratar los accidentes cerebrovasculares. Esto se debe a que el tejido cerebral es extremadamente sensible a la falta de oxígeno y nutrientes, como la glucosa. El cerebro necesita un suministro suficiente y constante de oxígeno, que le llega a través de la sangre.

Cuando el flujo sanguíneo se detiene o se interrumpe, pueden producirse daños cerebrales permanentes y discapacidades en tan sólo 5 minutos. Una vez que estas células y tejidos cerebrales mueren por falta de oxígeno, no pueden repararse ni restaurarse, a diferencia de algunos tipos de células del cuerpo.

Restablecer el flujo sanguíneo y el oxígeno en el cerebro lo antes posible puede minimizar la pérdida de tejido -y, por tanto, de funciones cerebrales- durante un ictus. Esto se consigue mediante un tratamiento rápido con cirugía o medicamentos y, como se ha mencionado anteriormente, es fundamental que ciertos medicamentos, como el tPA, se administren dentro de un periodo de tiempo específico para que tengan un mayor efecto.

Signos y síntomas de un ictus

  • entumecimiento o debilidad repentinos en un lado o en una zona del cuerpo
  • confusión repentina
  • cambios en la visión
  • mareos
  • pérdida de equilibrio
  • dificultad para caminar
  • cambios en el habla
  • dolor de cabeza intenso

Si usted o alguien que conoce experimenta estos síntomas, busque atención médica inmediata.

Cualquier retraso en la atención, tanto si se trata de un ictus hemorrágico como isquémico, puede repercutir en la atención que puede recibir, así como en el nivel de discapacidad que experimenta.

El resultado final

El ictus se produce cuando se interrumpe el flujo sanguíneo a una zona del cerebro. La clave para evitar los daños permanentes y la discapacidad de un ictus es un diagnóstico y un tratamiento rápidos.

Hay diferentes formas de diagnosticar un ictus, pero las más precisas son las pruebas de imagen como el TAC o la resonancia magnética, que pueden mostrar daños en el tejido cerebral o hemorragias.

Estas pruebas pueden ayudar a diagnosticar la presencia y el tipo de ictus que se ha producido para ayudar a los profesionales médicos a determinar el tratamiento más eficaz.

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